18 ene 2014

Primera Noche de Plenilumnio.



Jryss, el joven ratonero, vagaba perezosamente por la puerta este de Surja.  En lo crudo del invierno de poco se necesitaban sus expertos servicios de exterminador, así que deambulaba por la feria en busca de fenómenos y peculiaridades. Sus vagabundeos lo llevaron hacia las puertas de acceso justo cuando un grupo de lo mas peculiar entraba; un enorme centauro, una bella joven envuelta en una capa de pieles, otra de largo cabello negro y andares felinos, y cerraba el grupo el barbudo misterioso con el que en alguna ocasión había cruzado unas palabras.



Sin nada mejor que hacer, decidió seguirlos  cruzando muchedumbres que lo mantenian caliente, mientras avanzaban por los puestos de feria que ofrecian comida, abalorios, perfúmenes... todo gritado por los mercaderes de forma estruendosa, compitiendo con los diversos actores y juglares que recitaban diversas obras, en una algarabía que celebraba el cercano fin de año.

Observó como se detenían unos instantes en una abarrotada taverna, Veldon sabría como, logrando encontrar una mesa libre. Tal vez los cultos modales de la sureña, delatada por sus ropajes y su melena negra, tuvieran algo que ver. 


Cuando volvieron a salir a las calles, la sureña cubría sus cabellos con la capucha, y se dirigieron al Mercado de Rumores, donde encontraros variadas animaciones. El centauro avanzó hacia el puesto donde una voluminosa vejiga de Bahamut servía como prueba de fuerza. En ése momento, el zopenco de Wystjlla, un enorme y bruto matón de Surja, alardeaba de su golpe, que había hecho sonar la campana que colgaba en lo alto con más fuerza que nadie. El centauro respondió a sus pullas con un manotazo feroz, y el chorro de agua propulsado hacia a la campana la hizo tañir de forma estruendosa. Entre aplausos recogió la maza de madera que daban como premio al más fuerte, mientars Wystjlla, la Bestia de Surja, como era conocido entre los jóvenes como el joven ratonero, víctimas comunes de sus exabruptos y puños, se retiraba con el rabo entre las piernas. 


En todo este alboroto, la joven rubia había desaparecido. Pero en una rápida mirada la localizó saliendo de la posada el Aliento de Fuego, con un aire de suficiencia y regio porte en su capa de pieles, avanzó hacia los compañeros, que prosiguieron su avance por la feria hacia el Cerro de Plata, donde se reunian los puestos más selectos.


 Aunque el barrio rico no era del agrado del ratonero, los siguió, con el pálpito de que si sucedía algo interesante ése día en Surija, sería en las cercanías de tan extraordinario grupo. Y así fue. En un determinado momento, unos gritos rompieron el jolgorio festivo de la ciudad. Las multitudes corrieron hacia donde se encontraban ellos, que hubieron de refugiarse para evitar ser arrollados, como pasaba con puestos y carromatos, personas y mercancias, en la ciega huida de quienes habían sido testigos de un terrorífico suceso.

Les llevó unos segundos sortear a la muchedumbre, pero el centauro cargó raudo, seguido del barbudo, hasta el lugar donde unas abobinaciones asaltaban la feria, mordiendo a la gente y destruyéndolo todo. Unas ratas enormes, mayores que uno de sus brazos, como nunca había visto, dirigidas por otros seres a medio camino entre ratas y hombres. Paralizado por el terror, vió como el centauro descargaba un terrible mazazo que enviaba a uno de esos seres demoniacos volando a metros de distancia, mientras que el barbudo saltaba sobre otro de ellos, arrebatándole magistralmente la espada de sus infectas garras. Desde un tejado cercano volaban saetas que eliminaban abobinaciones, y de la vara extendida de la bella rubia brotó una esfera de luz llameante que hizo arder el pelaje de uno de esos seres de pesadilla. Los compañeros parecian tener el combate dominado, pero ninguno de sus golpes causaba verdadero daño en esos hombres-rata. El barbudo se hizo con un puñal de plata de uno de los puestos derruidos, y esta vez, si que la sangre manó a borbotones cuando la hincó en uno de ellos. El centauro había logrado hacer huir al que parecia el lider, y la arquera junto con la hechicera habían acabado con todas esas terribles ratas. Las que no estaban muertas por sus flechas, parecía que dormían víctimas de un sueño arcano que las había dejado paralizadas. La guardia llegó poco después, y procedieron a acabar con las durmientes ratas, obedeciendo al centauro, así como trasladar a los heridos al templo, aleccionados por el barbudo, quien les instruyó sobre la posible infección y maldición transferidas por las heridas. 

Desde lejos contempló como hablaban con Kelya Dudfang, la teniente de la guardia, aunque ejercía como capitana tras la desaparición de Meredij Forrja, el captián de la guardia, pocos dias antes. 
Los siguió mientras investigaban el barrio donde había desaparecido el buen capitán, y fue en pleno Espolón Sur, lugar de esas horribles y sangrientas muertes que el capitán estaba investigando, cuando fueron sorprendidos por unas viles criaturas. 
Del escenario en el que un trio de actores representaba una floja obra, surgieron cinco deformes criaturas sin ojos que berreaban mientras alzaban deformadas hachas en señal de violenta catarsis. Un súbito destello cegó al ratonero, que contemplaba la escena asombrado. Escuchaba las letanias arcanas de la joven portadora de la vara, el silbido de las flechas de la sureña, el regio cabalgar del centauro a la carga y el silbar de las espada del barbudo. Cuando pudo recobrar la visión, acuclillado en un rincón, observó como el barbudo se adentraba en un callejón tras el centauro, mientras la sureña acababa con el último de ellos en una especie de dominio mental, que hizo que se arrojara al vacío desde un almacén cercano. 

Aterrorizado por todo lo vivido, tardó unos instantes en decidirse a seguirlas, cuando fueron tras los hombres por el callejón. En unas pocas horas había experimentado más temor que en toda su vida pasada, aunque curiosamente, éso le hacia sentirse vivo. Apretó el paso y llegó hacia el almacén, siguiendo un debil rastro de sangre, y los más visibles cascos de centauro en la embarrada calzada. 
Observó como el centauro destruía la puerta del tapiado almacén, y cuando parecía que iba a regresar a la parte de atrás, donde estaban sus compañeros, tres de esas criaturas sin ojos se arrojaron salvajemente hacia el. Con una habilidad prodigiosa, manejó su poderosa arma, una almádena de proporciones gigantescas que nadie que no fuera de su tamaño podría blandir con la destreza que el lo hacía, y destruyó a aquellos seres casi sin esfuerzo. Al poco llegaron los compañeros, el barbudo presentaba una gran herida en un costado, y la joven hechicera rubia parecía cubierta por una pátina gris piedra que le confería un aspecto aún más marmóreo. Como si sólo en parte fuera de este mundo, estando por encima de el en gran medida. 

Avanzaron de nuevo a las calles principales, en dirección al templo, cuando pasado el lugar del ataque de los hombres rata, cuando la calle rumores se cruza con el camino del viejo vado, algo extraño sucedió. El lugar estaba semi desierto, tras el ataque y las pesquisas de la guardia, y pocos testimonios hubieron cuando la misma realidad pareció combarse. Las distancias se alargaron hacia el infinito, o se estrecharon cerrándose sobre si mismas, mientras los colores perdían vivacidad. Una oleada de vértigo lo sacudió, los colores se volvían mortecinos, grises, sin vida. Y de súbito, un vórtice de total negrura se abrió para escupir una nauseabunda substáncia negruzca y densa en la calle. El vórtice se colapsó en un parpadeo a la par que una criatura enorme, agusanada, de más de siete metros de largo y medio metro e ancho, elevaba su anillado cuerpo del negruzco limo. la criatura elevó su rostro, rematado en una boca de lamprea, que abrió en un chillido mostrando múltiples círculos de dientes, rematados por un anillo de tentáculos curvos que se agitaban en busca de presas. Todo parecía perdido. El ratonero cayó de hinojos, incapaz de hacer frente a tamaña criatura, mientras que las damas parecían resueltan a buscar la fuente de ése engendro, el centauro cargó sin miedo, elevando su almádena, que destelló como un sol encarnado, hiriendo a la criatura que empezó a deshacerse! derretida por el poder del mazo! Sin dejarle tiempo a reaccionar, el barbudo, aún herido, atacó con su espada, trazando un círculo mortal que acabó con la criatura, decapitándola y deshaciendo su existencia por completo.
Mientras el ratonero se recuperaba, le pareció escuchar que la hechicera hablaba de una conjuración de la magia de las sombras, algo tan espeluznante que le heló la sangre en las venas. Recordaba las sombras, historias de terror que su madre le contaba sobre sombras que cobran vida y secan a aquellos que cubren, dejándolos sin álito de ser, robándoles el alma y destruyendo totalmente a sus víctimas. Vió como se adentraban en el templo de Veldon, al final de la calle, y pensando que estarían por unos momentos ocupados, se dirigió a ver a su madre, para desterrar la sensación de frio y enfermedad que había hecho mella en el. 
Correteó por las callejuelas hasta encontrar su casa. Entró sin detenerse llamándola. 

-Madre! Madre!
- Shhh! Qué son esas voces? Tu madre no está en casa, zagal.- Le recriminó Sudra, la vieja desdentada con la que compartían una humilde vivienda en Cerro Oeste-.  -Durante la feria es cuando más trabaja. Seguramente no regresará hasta que el dia haya caido, así que no corras tanto y recobra el resuello!.
- Oh... es que... hum... ha sucedido... ha sido incr... aterrorizador... increible... -El ratonero paseaba inquieto, intentando ordenar sus pensamientos en frases con sentido-.
- A tu edad, chiquillo, todo ha de ser de ésa forma! Aterrorizador como esas ratas que cazas, e increible, como que no te coman ellas a tí...con lo esmirriado que eres! No parlotees y come algo...

Durante la comida, Jryss le narró a la vieja Sudra los acontecimientos vividos, mientras ella cabeceaba negativamente ante las arriesgadas actuaciones del joven. Cuando acabó chasqueó la lengua para darle respuesta.

-Tienes menos seso que carne en los huesos. A quien se le ocurre seguir a unos aventureros... el riego y el peligro es su oficio! Allá donde acuden, van para desfacer un entuerto... o bien para provocarlo! Harías bien en evitar si no quieres ser arrastrado a un aciago destino, a la peor de las muertes, o a ambas cosas a la vez! Por tu apesadumbrada madre, Jryss... prométeme que no volverás a acometer tal locura! Suficiente tiene Gileanna con ser madre sin marido! No quieras convertirla en madre sin hijo tan rápido!

Unas horas mas tarde, mientras Sudra dormitaba la siesta, Jryss salió en silencio de la casa hacia el templo de Veldon, preguntándose si había heredado esta peligrosa ansia de aventura de su madre Gileanna, o de su desconocido padre.






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