25 sept 2011

La Ordalía de Dhalma Strendeval

Relato del Gran Maestre Rwbn
sobre las primeras aventuras de Dhalma
en el año 1714 del calendario Aegarico


Llevaba varios dias caminando por las enfangadas rutas del interior, dirigiéndome hacia Gaddaerach. De un tiempo a esta parte las cosas no podían haber ido a peor. La muerte de Arlus Dimonte, mi compañero, valiente e intrépido... tal vez en demasía, a manos de esos jinetes de pesadilla, de oscuros ropajes y cabellos relampageantes, no había dejado de atormentarme desde aquella noche, en la pequeña aldea de pescadores.

Recuerdo la terrible escena, mas como pesadilla que como algo perteneciente a una experiencia pasada. Los terribles ojos de ésos seres; profundos, negros, vacíos de toda vida, se aparecen en mis sueños como preludio a la desgracia. Relentizados los movimientos, veía los bandazos de la espada de Arlus mientras intentaba deseperadamente acabar con los seres, que tan sólo puedo admitir en mi mente como seres del mismo Averno. El atronador ruido de la madera quebrada de las sillas al estrellarse contra el suelo con insólita violencia, la energía que me sacudía desde el interior... sabía que debía actuar. Hacer algo. Pero ¿Qué podía hacer contra seres que parecían inmunes a mi magia?

En mis sueños aparece el cuerpo desmembrado y cubierto en sangre de Arlus, me atormenta desde que dejé aquel lugar maldito. Despierto entre sudores. Con el corazón palpitando briosamente, como queriendo escapar de mi pecho. No puedo perdonarme por no haber podido evitar su muerte. si el poder sirve para algo, ¿Por qué no me ayudó a salvar la vida de Arlus?

No sé si estaba enfadada con la magia o conmigo misma. La única salida a esta derrota anímica y mental, que había calado hondo en mi ser, era la venganza. La venganza contra aquellos seres terribles. Acabar con su maléfica existencia. Sabía que no estaba dentro de mis posibilidades inmediatas. Seguirlos hubiera significado mi destrucción. Y por eso las pesadillas me acompañaban, mientras ponía distancia entre ellos y mi persona.



No soy hechicera, tan sólo una mera aprendiz del arte sublime, y comentan que de cada experiéncia algo se aprende. Ahora puedo decir que tal afirmación es veraz. Y ahora sé cuando no he de enfrentarme a alguien superior a mi. Siempre llega el momento oportuno. Cuando el destino volviera a enfrentarnos, no tendrán antes sus vacios ojos una debil tejedora de la Teluria. Entonces conocerán el sufrimiento.

Con esos pensamientos retumbando en mi cabeza, me dispuse a volver al hogar de mi maestro. Practicar el arte, enfrentarme a las Pruebas y convertirme en una Hechicera por méritos propios.

Los días pasaban y el camino a casa se hacía eterno, caminando paso tras paso por los duros caminos sumida en amargos pensamientos casi creí enloquecer. Pero finalmente logré divisar las colinas, tan familiares de las tierras de Gaddaerach. Sus robustos caballos correteaban vigilantes junto a los jóvenes potros en los campos cercados. Sus esbeltas figuras, regias y deslumbrantes, el brillo de sus crines y sus gozosos relichos me parecían la mejor de las bienvenidas, a pesar de los pies sangrantes por las innumerables llagas abiertas provocadas por las deshechas botas.

Estaba de regreso. Lo había conseguido. Una pequeña victoria. Sobreviví. Todo pareció canviar en el ambiente familiar, olvidé por unos momentos las horribles experiencias que había vivido, hacía bien poco. Aunque aquellas dos semanas de viaje a través de villas y pueblos, subiendo colinas, montañas, atravesando pasos susceptibles de guardar emboscadas, y otras dificultades del camino dilataban el tiempo hasta hacer que pareciera habían pasado meses desde mi partida.

Pero al fín había regresado. Empezaba a parecerme una gran victoria.

Llegué al viejo hogar, donde vivía mi maestro, y su recibimiento fué digno de él:

-"Dónde te has metido todo éste tiempo? Dijiste que estarías fuera unos pocos días! Y Veldon se ha cansado de dar vueltas a Qualias mientras te divertias por esas cantinas de mala fama! Sabes la cantidad de recados que he tenido que hacer yo mismo?".

Finalmente caí desmayada. Ya era demasiado a soportar. Las pocas fuerza que me quedaban se deshilacharon y caí como la marioneta a la que le cortan los hilos.

Cuando abrí los ojos me encontraba en mi antiguo camastro. Hubiera dado las gracias a los antepasados, si creyera minimamente en supersticiones religiosas.

Cennut me puso trapo empapado en agua en la frente. El otro apreniz de mi maestro. Cuando vió que me removía se alzó precipitadamente. Intenté pedrile un trago de agua, pero se me enturbió de nuevo la mirada y volví a caer en la más absoluta de las oscuridades.

Oljartes Cennut. Más conocido como el cenutrio. No era tan torpe como yo le hacía creer, pero mortificarlo continuamente era el único divertimento que tenía en aquellos dias de aprendizaje.

Después supe que había estado tres días completos durmiendo profundamente. Cennut me dijo que el maetro le había dicho que puesto que parecía que mi estado de debilidad era probablemente debido a algo más que al acabar yo sola con toda la cosecha de vino de ese año y el anterior, escribiera todo lo que recordara en unos pérgamos que me facilitó. Lo miré fijamente hasta amedrentarlo y cuando se fué arrojé los pergaminos y el tintero y me dispuse a descansar de nuevo.

Mi maestro no me dejó dormir esta vez. No había pasado mucho tiempo cuando apareció en el umbral. Con un gesto de desdén, contempló el tintero caído y la mancha en una antigua y fea alfombra.

-"Te será cobrado el desperfecto, por supuesto".

Cerré los ojos con fuerza, pero no me dejó escapar. Se acercó al jergón, puso su mano en mi frente unos instantes. Un tacto sorprendentemente agradable para alguien tan huraño. Entonces empezó su harenga. Me dijo que mi falta de control sobre mis energías había provocado que las concentrara en el intento de regresar a Gaddaerach, no reservando nada para el espíritu. Una vez completado el objetivo, todo mi ser se vino abajo. No le pude hacer comprender que dos semanas de caminata continua sin apenas dormir era una tarea ardua hasta para un explorador acostumbrado. No quiso oir mis explicaciones y cortante me espetó:

-"No eres más que una niña, escucha de vez en cuando a los demás con esas orejas que has de usar para más cosas además de para pasar el cabello por detrás! Tan sólo sigues tu razonamiento, y poco raciocinio tienes para permitirte ese lujo!".

Le respetaba enormemente, pero en incontables ocasiones de buen gusto lo habría desintegrado de la existencia con algún poderoso conjuro. Después de todo, mi tozudez me parecía un reflejo de la de él. Por supuesto, en un intercambio de ese tipo, yo era la que tenía todas las probabilidades de acabar como polvo en el suelo, por lo que me limitaba a escuchar intentando mostrar desamparo y arrepentimiento. No quiería sermones. Yo quería el poder de Teluria. La energía del universo.

Unos días después me pidió que le contara mis perturbadoras experiencias. Y le relaté todo. Al mencionar los caballos de pesadilla y los jinetes portadores de la tormenta, su rostro comenzó a cambiar. Pasó de su eterna expresión ambigua, que bien podía significar aburrimiento extremo como gran interés, a una de leve incomodidad, e incluso añadiria que de temor. No creo que fuera por los seres oscuros en si mismo, sino por un significado oculto en su presencia en el mundo. Algo relacionado con ellos todavía más terrible que ellos mismos. Al finalizar mi relato sefué sin hacer ningún comentario. Más tarde, cuando Cennut me trajo la cena, logré sonsacarle que el maestro había bajado algo nervioso, había escrito una carta y rápidamente la había enviado a por un emisario. Incluso había contratado escolta para ese correo.

Y así empezó la leyenda...

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